Curso 2011-12. Grupo “Leer Juntos”.
Jueves,
27 de Octubre de 2011. Los cachorros (1967), de Mario Vargas Llosa.
Con
frecuencia se ha dicho que la novela hispanoamericana de los sesenta procede en
parte de la renovación aportada por novelistas anteriores, europeos y
norteamericanos, como Joyce, Kafka o Faulkner; también se ha dicho que
Latinoamérica impulsa a su vez en una novelística innovadora en España, con
autores como Juan Benet o Juan Goytisolo. Sin embargo, hay un factor que
diferencia las novelas del “boom”, respecto a sus parientes occidentales: su
condición de literatura procedente de países subdesarrollados, cuya cultura es
producto del mestizaje entre lo hispano del periodo colonial, lo indio de la
población indígena, lo africano de los esclavos y lo europeo de la inmigración.
Quizá sea la expresión realismo mágico la que da con la clave de esta
diferencia, y sin embargo, Vargas Llosa no acaba de cuadrar en esa etiqueta. Su
novelística bascula entre el ruralismo de García Márquez o Alejo Carpentier, y
el entorno urbano tan apreciado por Cortázar. Lo que en éste es París o Buenos
Aires, en Vargas Llosa es Lima y, más concretamente, el barrio de Miraflores,
donde transcurre Los cachorros.
Mario
Vargas Llosa en 1967.
Según
la información de Ángel Esteban, en la “Introducción” a la edición del libro
(2010), en el momento de la edición de Los cachorros, Mario Vargas Llosa se
encuentra inmerso en un proceso de reconocimiento público de su oficio. Lejos
queda la colección de cuentos titulada Los jefes (1959), testimonio valioso pero
primerizo de las preocupaciones del autor. El éxito de sus dos novelas
“largas”, La ciudad y los perros (1963) y La casa verde (1966) –mucho más valiosa la primera
que la segunda, según opinión del que suscribe- lo ha proyectado al estrellato
desde una agradecida Barcelona, la de los avispados editores. Los cachorros sería escrito al mismo
tiempo que la obra cumbre del autor, la ambiciosa Conversación en La
Catedral (1969),
donde también tiene su protagonismo el barrio de Miraflores. La edición de la
tesis doctoral del autor, acerca de un escritor entonces amigo suyo, García
Márquez: historia de un deicidio (1971), marcaría el cierre de una fecunda etapa de
experimentación, a la que Vargas Llosa no volvería. De ahí en adelante, sólo en
la más tradicional desde el punto de vista formal La guerra del fin del
mundo
(1981), el novelista alcanzaría una altura semejante.
Sobre
la importancia de la novela corta en la literatura latinoamericana.
…algún
día encontraré editor para Las mejores novelas cortas de diez maestros
latinoamericanos, porque en ese género es donde han llegado más alto nuestros
narradores, quienes inútilmente han procurado superarlo con largas y brillantes
novelas: no valen los Cien años lo que El coronel no tiene quien le escriba; ni Terra nostra lo que Aura o Agua quemada; ni Gran Sertao: veredas lo que Cara de Bronce; ni Rayuela lo que El perseguidor; ni El siglo de las
luces lo
que El arpa y la sombra: ni La vida breve lo que Para una tumba sin nombre; ni La casa verde lo que Los cachorros. Pero vaya usted a
convencer a los autores, en esta época institucionalizada, de que el arte no
tiene que ver con las dimensiones ni con las ambiciones (Rama, 2008: p. 20).
Un testimonio temprano de un crítico español.
Vargas
Llosa publicó, en 1968, su obra más perfecta. Una novela breve, de apenas
cincuenta páginas, que es un relato poético y cruel también [como La ciudad
y los perros]
centrado en un mundo de adolescentes. Se titula Los cachorros y describe el destino de un
muchacho, en contraposición al mundo que le rodea, un muchacho marcado por una
castración accidental. El manejo del lenguaje popular, con el “argot” juvenil
peruano, la terrestre poesía adolescente y la elíptica tragedia descrita forman un proporcionado conjunto,
intenso, eficaz, de un elevado nivel estético, tanto mayor cuanto que, en esta
ocasión, el escritor ha refrenado y contenido sus naturales dotes de
dramatización (Conte, 1972: p. 202).
Algunas
claves…
¿Quién
iba a narrar la historia del niño mutilado? El “barrio”. ¿Cómo conseguir que el
narrador colectivo no borrara a las diversas bocas que hablaban por la suya? A
fuerza de romper papeles, poco a poco fue perfilándose esa voz plural que se
deshace en voces individuales y rehace de nuevo en una que expresa a todo el
grupo. Quería que Los cachorros fuese
una historia más cantada que contada y, por eso, cada sílaba está
elegida tanto por razones musicales como narrativas (…); la historia debía
entrarle [al lector] por los oídos (Vargas Llosa, 2010: p. 257).
Sobre
la adaptación cinematográfica.
Se
trata de una película clásica y clave para el cine comercial mejicano (…) que
tiene un mayor desarrollo de los diálogos y los personajes, realmente
perturbadores, que de los aspectos específicamente visuales. El bajo
presupuesto en el cine mejicano siempre implica una mayor crudeza (crítica en
imdb.com).
Es
una película clásica del cine mexicano de los 60/70, que utiliza la trama de la
narración de Vargas Llosa para satirizar la figura del “macho nacional” de
aquel país.
Referencias
Conte,
Rafael (1972): Lenguaje y violencia. Introducción a la narrativa
hispanoamericana, Al-Borak Ediciones, Madrid.
Donoso,
José (1999): Historia personal del “boom”, Alfaguara, Madrid.
Fons,
Jorge, Los cachorros (México, 1971).
Rama,
Ángel (2008): La novela en América Latina. Panoramas 1920-1980, Ediciones Universitarias
Alberto Hurtado, Santiago de Chile.
Vargas
Llosa, Mario (2010): Los cachorros. Los jefes, Editorial Espasa, Madrid.
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