Grupo “Leer Junt@s”. I.E.S.
Pirámide. Curso 2012-13.
Jueves, 20 de Diciembre de 2012.
Libro comentado: El vino de la soledad (1935), de Irene Némirovsky.
Irene Némirovsky, por Patricia Suárez.
Irène Némirovsky es una autora poco conocida
en castellano. Nació en 1903 en Kiev en el seno de una familia judía. Su vida
estuvo marcada por un destino trágico. Hija de un banquero moscovita, huyó de
Rusia junto con su familia apenas ocurrida la Revolución. Tras varias
peripecias en Finlandia y en Suecia, los Némirovsky se instalaron en París.
Desde entonces hasta el final de su vida publicó una decena de novelas y una
biografía novelada sobre la vida de Antón Chéjov. En 1942 fue detenida en
Saône-et-Loire adonde se había refugiado y deportada al campo de concentración
de Auschwitz donde murió poco después. En español apenas hay traducidos cuatro
o cinco de sus títulos.
Los emigrados rusos
Entre 1920 y 1930 muchos intelectuales rusos
huyeron de la flamante Unión Soviética, perseguidos o disconformes con su
política. Muchos eran los llamados "rusos blancos" que solían
reunirse para defender al Zar, entre otras cosas. Nina Berberova escribe:
"...a los emigrados rusos se les da asombrosamente bien lo de salir a
flote. Son muy listos, y saben sacar el máximo partido de las situaciones
delicadas. Son, sin lugar a dudas, una gente con suerte." Las dos
capitales del exilio ruso fueron Berlín y París., a tal punto que la supuesta
hija del Zar, librada milagrosamente de la muerte, Anastasia Romanov, apareció
flotando en una alcantarilla berlinesa. La historia y los análisis de ADN
demostraron luego que la verdadera Anastasia no se libró de nada y murió en
Ekaterinburgo junto a sus padres.
Los escritores emigrados fueron muchos; entre
los más célebres se cuentan: Vladimir Nabokov, Iván Bunin, Nina Berberova,
Irène Némirovsky y Marina Tsvetaia quien a finales de los '30 regresó a Rusia y
murió allí.
En su autobiografía Habla, memoria, Vladimir Nabokov relata que había entre los emigrados un gran número
de buenos lectores, lo cual garantizaba el éxito de una publicación "a una escala relativamente
grande; pero como ninguno de estos escritos podía circular por la Unión
Soviética, toda esa actividad adquiría cierto aire de frágil irrealidad".
Las editoriales se llamaban Orión, Cosmos y Logos, entre otras: eran la
metáfora de un universo. En la vida del emigrado eran características las
tertulias en las que se leía el material literario, un poco como en los salones
del siglo XVIII.
Esto garantizaba la supervivencia intelectual de este grupo
humano, así como conservar la lengua materna, el ruso, como lengua de
escritura. Sin embargo, a lo largo de los años muchos autores rusos se adaptaron a escribir
en otras lenguas, y hubo quien desde el comienzo lo hizo en otro idioma.
Nabokov es famoso por su polilingüismo. E Irène Némirovsky, por ejemplo,
escribió desde los comienzos en francés. Lo aprendió en su infancia y la
consideraba su segunda lengua.
Escribir en una lengua diferente de la natal
parece una característica propia de los autores de Europa del Este, aun en la
actualidad: Milán Kundera dejó el checo por el francés y Stephen Vizinczey el
húngaro por el inglés. Tal como dice un polaco en un cuento de Katherine Ann
Porter: "Yo tengo que aprender todos los malditos idiomas, pues nadie
habla polaco excepto los polacos".
La literatura de los emigrados está marcada
por el signo de la nostalgia. Si bien uno podría decir que en toda literatura
del exilio aparece la nostalgia como elemento literario, en el caso de los
rusos este elemento se refleja en el recuerdo del paisaje, los bosques, las
estepas y la nieve, las posesiones perdidas, como la dacha y la servidumbre. En sentido lato, hacen referencia al paraíso
perdido: la vieja Rusia y la infancia. No obstante, en la literatura de Irène
Némirovsky estos elementos están velados y el que anhela Rusia nunca es el
narrador sino alguno de los protagonistas.
El comienzo
En 1929 Irène Némirovsky envió al editor
Bernard Grasset el manuscrito de su primera novela David Golder. Estaba escrita en francés. El texto entusiasmó al editor, quien la
publicó de inmediato. Fue saludada por una crítica sorprendida por la juventud
de la autora y el crítico Paul Reboux quien fuera uno de los primeros en llamar
la atención sobre la joven Colette en su momento, auspició grandes éxitos a
Némirovsky. La crítica francesa, tan acartonada a su Academia, nunca se adaptó
a la precocidad de sus autores y siempre los miraron como a bichos raros.
Encima, no son escasos en autores jóvenes y brillantes: desde Rimbaud, pasando
por Alain Fournier, a Colette y Françoise Sagan.
David Golder narra
la historia de un banquero ruso-judío que vive en París. Está continuamente
sometido a los caprichos de su esposa y de su hija, a quien adora, y por ellas
pierde la cabeza y la fortuna. A comienzos de la novela, David Golder se
desmaya y le es diagnosticada una angina de pecho. Debe descansar, pero le
resulta imposible: tiene que seguir haciendo negocios. Viaja por barco a Rusia,
se reencuentra con su paupérrimo pueblo natal y durante el viaje de regreso
muere.
Escrita con un estilo preciso y detenido, la
obra no es sino una versión adecuada a las primeras décadas del siglo de La
muerte de Iván Illich de León Tolstoi. La enfermedad
y la muerte están aliadas frente a la negligencia del protagonista: aunque se
niegue a verlo, su fin está cerca. Tolstoi escribió su obra como una fábula
sobre las vanidades de la vida. Tanto allí como en la mayoría de los autores
eslavos aparece una sola verdad: "siento dolor, gracias a eso sé que estoy
vivo" y "mi dolor es lo único que tengo". Turguenev hablará del
dolor espiritual: el amor no correspondido, o la búsqueda de una vida con
sentido como en Rudin, el héroe ruso que
marcha a luchar a las barricadas francesas en 1789. En Pushkin este dolor es el
del honor perdido, en Gógol y también a veces en Dostoyevski, la miseria. Tal
vez en los emigrados este dolor de vivir fue reemplazado por la nostalgia, por
eso tantos personajes de Nabokov (Pnin, por ejemplo) sienten que viven como si
estuvieran muertos.
Némirovsky también sigue la tradición rusa: el dolor existe
para recordarnos que vivimos y que lo estamos haciendo mal. Las vanidades
pertenecen al mundo de las apariencias; en el mundo real sufrimos y nos estamos
muriendo.
La obra
Un año después, Irène Némirovsky publicó El
baile, novela muy breve en que vuelve sobre el
universo de los ricos: el millonario débil, la esposa insaciable, la hija
sensible e insastifecha. Este texto acentuó su comparación con novelas de
Colette como Sido o La gata. Fundamentalmente el paralelo se debe a la época y la lengua en que
fueron escritos, ambas suelen tener protagonistas femeninas inconformes,
introspectivas y muchas veces perversas, y en la búsqueda de imágenes inusuales
sobre la naturaleza y los sentimientos.
Su universo literario eran los ricos, un poco
como sucedía con Scott Fitzgerald, y volverá a ellos en Los perros y
los lobos. Ada es judía y millonaria y se asombra de
la esclavitud de los ghettos. Ella imagina que nunca acabará allí: "a mí,
unas cosas parecidas nunca me pasarán". Sin embargo, está en su destino.
Si entendemos el destino como aquello de lo que no se puede escapar y a lo que
uno está unido por lazos sanguíneos y geográficos y que constituyen a lo largo
de la historia una cadena de eslabones vinculantes.
Es el mismo destino del que Némirovsky no
logrará escapar. Estaba redactando Suite française cuando es detenida y enviada al campo de concentración de
Auschwitz donde morirá. Su marido fallecerá tres meses después.
El maestro Chéjov
Entre las obras póstumas de Irène Némirovsky
se cuentan La vida de Chéjov (1946), Les
biens de ce monde (1947) y Les feux de
l'automne (1948).
La biografía de Chéjov es un texto espléndido.
Trabajado desde la tercera persona, hace hincapié en sus orígenes (el abuelo
era un siervo que compró su rescate y el de sus hijos), la infancia y la vida
familiar del autor: la violencia de su padre, un tendero de Taganrog; sus seis
hermanos, la austeridad, la carrera de medicina, la disipación de los hermanos.
Hasta la muerte de su padre, Antón Chéjov se constituyó en el sostén económico
de su familia. De allí la escritura febril de cuentos que rápidamente podía
vender en periódicos y revistas. Cuando le pedían que descansara, que no
escribiera tanto, que retuviera el impulso en pos de la calidad, él sólo
respondía: "Mamá y papá tienen que comer".
A su vez, el libro es un compendio de consejos
para escribir. Escribe Némirovsky: "El cuento, para ser logrado, exige las
cualidades que Chéjov poseía de nacimiento. El sentido del humor: una novela
larga y trágica da una impresión de fatalidad grandiosa; un relato corto en el
que la tristeza es demasiado pesada y tétrica abruma y repele. El pudor: un
novelista puede (y a veces debe) hablar de sí mismo; para un cuentista, eso es
imposible: tiene el tiempo contado; el que escribe no puede entonces mostrarse
en su complejidad, en su riqueza; lo más prudente para él es mantenerse al
margen".
Némirovsky, además, escribe una breve lección
de literatura rusa, comparando la producción de Chéjov con la de Tolstoi,
amigos y contemporáneos. Sus diferencias de
filosofía y la tragicidad con que encaraban
sus textos estaba dada por la clase social y el lugar de que venían. Tolstoi,
el gran señor, idealizaba a los humildes; Chejov, el plebeyo, había sufrido
demasiado la brutalidad de los humildes como para sentir por ellos algo más que
compasión. Tolstoi despreciaba la elegancia, el lujo, la ciencia, el arte.
Chéjov amaba todo eso de lo que él había carecido de pequeño. Tolstoi odiaba a
las mujeres y el amor carnal y la sensualidad, ya que eran las debilidades de
su propia naturaleza apasionada. Chejov, delicado, enfermo, no comprendía la
naturaleza de este pecado, que en él nunca se había manifestado de una manera
arrolladora. Había entre ellos un abismo insalvable.
La biógrafa termina el texto con el recuerdo
de Máximo Gorki sobre el funeral de Chéjov. Introducir este texto parece un
simple detalle, sin embargo, está escrito en clave chejoviana. Si Chejov
hubiera estado vivo, habría relatado su propio funeral.
Los frutos
Irène Némirovsky dejó una docena de libros
escritos en su corta vida. Cada uno de ellos brilla como una obra maestra. Su
amor por la literatura es evidente: miraba el mundo casi como un mero material
literario. En 1937 nació su hija Elizabeth Gille, que sobrevivió al Holocausto.
La hija también fue escritora, y en sus libros se rastrean los elementos
literarios que interesaban a la madre. Tal vez haya sido una pura coincidencia
que una madre escritora haya generado una hija escritora, pero esto es difícil
de creer. Algunos estudios dicen que en los genes vienen la inclinación a la
creación literaria. Esto también es difícil de creer. Solamente el amor es
hereditario.
Bibliografía de Irène Némirovksy:
L'enfant génial, paru en 1927 dans la revue "Les Oeuvres libres"
Le Malentendu, paru en 1926 dans "Les Oeuvres Libres" et repris aux Editions Fayard en 1930
David Golder, Grasset 1929 David Golder, Grasset 1986.
Le Bal, Grasset 1930 Le bal, Les cahiers rouges /Grasset, 1985
Les Mouches d'automne, Grasset 1931L'Affaire Courilof, Grasset, 1933
L'Affaire Courilof, Grasset, 1933 L'affaire Courilof, Les cahiers rouges /Grasset, 1990
Films parlé, Gallimard, 1934 Le Pion sur l'échiquier, Albin Michel, 1934
Le Vin de solitude, Albin Michel 1935
Jézabel, Albin Michel, 1936
La Proie, Albin Michel, 1938 La Proie, Albin Michel, 1992
Deux, Albin Michel, 1939
Les chiens et les loups, Albin Michel, 1940
La Vie de Tchekov, Albin Michel, 1946
Les Biens de ce monde, Albin Michel, 1947
Les Feux de l'automne, Albin Michel, 1957
L'enfant génial, paru en 1927 dans la revue "Les Oeuvres libres"
Le Malentendu, paru en 1926 dans "Les Oeuvres Libres" et repris aux Editions Fayard en 1930
David Golder, Grasset 1929 David Golder, Grasset 1986.
Le Bal, Grasset 1930 Le bal, Les cahiers rouges /Grasset, 1985
Les Mouches d'automne, Grasset 1931L'Affaire Courilof, Grasset, 1933
L'Affaire Courilof, Grasset, 1933 L'affaire Courilof, Les cahiers rouges /Grasset, 1990
Films parlé, Gallimard, 1934 Le Pion sur l'échiquier, Albin Michel, 1934
Le Vin de solitude, Albin Michel 1935
Jézabel, Albin Michel, 1936
La Proie, Albin Michel, 1938 La Proie, Albin Michel, 1992
Deux, Albin Michel, 1939
Les chiens et les loups, Albin Michel, 1940
La Vie de Tchekov, Albin Michel, 1946
Les Biens de ce monde, Albin Michel, 1947
Les Feux de l'automne, Albin Michel, 1957
La crítica
EL VINO DE LA SOLEDAD
«El vino de la soledad es en parte novela y en parte fantasía autobiográfica, pero sobre
todo es la denuncia de una madre que consiente que su hija adopte el papel de
rival sexual.» J. M. Coetzee,The New York Review of Books
«Némirovsky es autora de una de las obras de ficción más grandes, humanas e incisivas que el conflicto ha originado.» The New York Times Book Review
«Nunca antes Némirovsky había indagado tan a fondo en el dolor del mundo de la infancia como en esta novela, cuya protagonista, Elena Karol, es de hecho su doble, su álter ego literario.» La Repubblica
«Némirovsky da lo mejor de sí en el retrato de la pequeña Elena [...]. El vino de la soledad no es una saga familiar, sino un ajuste de cuentas filial.» Marianne
«Némirovsky es autora de una de las obras de ficción más grandes, humanas e incisivas que el conflicto ha originado.» The New York Times Book Review
«Nunca antes Némirovsky había indagado tan a fondo en el dolor del mundo de la infancia como en esta novela, cuya protagonista, Elena Karol, es de hecho su doble, su álter ego literario.» La Repubblica
«Némirovsky da lo mejor de sí en el retrato de la pequeña Elena [...]. El vino de la soledad no es una saga familiar, sino un ajuste de cuentas filial.» Marianne
(Ediciones Salamandra)
El vino de la soledad de Irène Némirovsky:
Descrita como la novela más personal y
autobiográfica de Irène Némirovsky, El vino de la soledad (publicada en 1935) recrea el destino de una adinerada familia
rusa refugiada en París, y describe la venganza de una joven contra su madre,
motivo que la escritora ya había tratado en esa pequeña joya literaria que
es El baile. Con una mirada inteligente y
ácida, la novela sigue a la pequeña Elena de los ocho años a la mayoría de
edad, desde Ucrania hasta San Petersburgo, Finlandia y finalmente París, donde
la familia se instala tras el estallido de la revolución rusa, en un recorrido
paralelo al que realizó la propia Némirovsky. La madre de Elena, una mujer
bella y frívola de origen noble, desprecia a su marido, un potentado judío, y a
su hija. Tras la muerte de la gobernanta, la vida de la niña se vuelve aún más
difícil, pues su madre instala en la casa a su amante, un primo quince años más
joven que ella. No obstante, el tiempo convierte a Elena en una joven hermosa,
y el día que descubre que atrae al amante de su madre, comprende que ha llegado
el momento de vengarse. Irène Némirovsky, autora
de la impactante Suite francesa, mostró desde
joven un talento excepcional. Su trágica muerte, a los treinta y nueve años, en
un campo de concentración puso fin a una obra magistral, que ha sido
redescubierta con enorme éxito. El vino de la soledad es otra magnífica novela de esta escritora maravillosa, lúcida y
brillante.
(Lecturalia)
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