sábado, 5 de febrero de 2011

Frankestein

Lectura del Grupo de Leer Juntos


Un monstruo siempre es romántico

Mis recuerdos literarios infantiles, entre los 8 y 12 años, incluyen ante todo imágenes, muy dispares todas ellas, que por supuesto no hay que achacar a mis gustos sino a los de mis parientes y a las posibilidades comerciales de la época. Entre esos iconos semitraumáticos, junto con Enriquete el del Copete y El Corsario Negro de Salgari (del que tengo los mejores recuerdos), la faz atormentada y zurcida de mi primer monstruo: el de Frankenstein. El régimen de Franco no parecía temerle, incluso lo ofrecía de alimento espiritual a sus impúberes. Yo tampoco. Nada que ver con el ogro de Pulgarcito, ese sí que tenía mala leche y era terrible: se comía a las tiernas criaturas (así creo que me sentía).

Tres protagonistas de cuento, tres efigies románticas de diverso pelaje. El Corsario Negro viviendo aventuras en escenarios asombrosos, espectaculares, de lujurioso verdor en variopintas selvas tropicales. Enriquete con su empalagosa moralina sobre la belleza interior de la que, a los 8 años, no sabía nada y, por cierto, muy poco sobre la belleza externa, aunque eran realidades que ya olfateaba. El monstruo de Frankenstein era romántico, precisamente por eso, por monstruo: no sabía entonces que para ser consciente de este hecho necesitaría acumular la experiencia de varias décadas. Mientras tanto, esa faz adornada de zafias costuras y tornillería barata, ese paradigma de terror universal de Mary Shelley no fue más que una imagen sin contenido narrativo preciso. Por fin hace pocas semanas ese hijo doloroso y dolorido de Viktor Frankenstein, esa máquina de dar disgustos, tuvo un curriculum que presentarme. Me leí la novela de Mary Shelley sin pestañear y redescubrí al engendro de Frankenstein como la creación de una mente calenturienta y ambiciosa, endiosada, ¿qué científico no lo es?, parece preguntar la autora.

Con independencia de quién y por qué fue creado, el monstruo se nos sirve en bandeja como la encarnación del mal, pero a mí, Mary, tu engendro sigue sin darme miedo. Quizá porque percibo tras él mucha tela de raso, abundancia de biscotti de buena marca con té de Ceilán y garrafas de perfume francés para ladies bien nacidas.

Quizá es muy humano, demasiado humano.

Jesús Viñuales



MARY SHELLEY (1797 -1851)

"Mary Shelley nació en 1797 y murió en 1851. Los hechos más importantes de su vida, los que más interés revisten, son los siguientes:

Era hija de dos pensadores progresistas, William Godwin y Mary Wollstonecraft, quienes establecieron las bases esenciales de su tenacidad intelectual y avanzada educación. Fue compañera y, luego, segunda esposa del poeta Percy Bysshe Shelley, unión que duró 8 años, hasta la muerte de éste en 1822. Fruto de esta convivencia fueron varios embarazos, el vívido recuerdo de una apasionante juventud, y un único hijo, un varón. Escribió novelas y relatos, dos de ellos extraordinarios: Frankenstein, la célebre obra de ciencia ficción, y la novela futurista The last man (El último hombre). Fue, además, editora de las obras de Shelley y contribuyó enormemente, tanto a la comprensión de sus textos como a la historia de la critica biográfico-literaria, de la que fue pionera.

El resto de sus días transcurrió en el marco de la vida cotidiana de la primera mitad del siglo XIX y, por diversas que sean las interpretaciones de su obra, forzoso es tener en cuenta la relevancia de los hechos arriba consignados".

SPARK, Muriel (1997): Mary Shelley. Barcelona, Lumen.

Así quedó consignado en el diario de Mary Shelley cómo surgió la idea de escribir Frankestein:

"En el verano de 1816 visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de Lord Byron. (...) Pero resultó ser un verano húmedo y desagradable, la lluvia incesante nos impedía con frecuencia salir de casa. Unos volúmenes de historias de fantasmas, traducidos del alemán al francés, cayeron en nuestras manos. (...) No he vuelto a leer aquellas historias desde entonces, pero permanecen frescas en mi mente, como si las hubiese leído ayer.

"Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas", dijo Lord Byron, y su propuesta fue aceptada. Éramos cuatro. (...)

Yo me urgí a mí misma a pensar una historia, una historia que pudiese rivalizar con las que nos habían arrastrado a aquella empresa. Una historia que hablase de los misteriosos temores de la naturaleza y que despertase el más intenso de los terrores, una historia que creara en el lector miedo a mirar a su alrededor, que helase la sangre y acelerase los latidos del corazón. Si no conseguía todas esas cosas mi historia de fantasmas demostraría ser indigna de ese nombre. Pensé y reflexioné, en vano. (...) ¿Has pensado ya una historia?, me preguntaban cada mañana, y cada mañana me veía forzada a replicar con una mortificante negativa.

La invención, debe admitirse humildemente, no consiste en crear desde el vacio, sino desde el caos (...). La invención consiste en la capacidad de atrapar las posibilidades de un tema y en el poder de moldear y dar forma a las ideas que sugiere.

Muchas y largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley, a las que yo asistía como una devota pero, casi siempre, silenciosa oyente. Durante una de esas conversaciones, se discutieron varias doctrinas filosóficas y, entre ellas, las referidas a la naturaleza del principio de la vida, y también la posibilidad de que dicho principio llegara a ser algún día descubierto y divulgado. Hablaron de los experimentos del doctor Darwin (...).

Cuando apoyé la cabeza sobre la almohada no pude dormir, tampoco podría asegurar que estuviese pensando. Mi imaginación, sin yo requerirlo, me poseyó y me guió, dotando a las imágenes que surgían en mi mente de una intensidad que estaba más allá de las fronteras del sueño. Vi - con los ojos cerrados, pero a través de una aguda visión mental -, vi al pálido estudiante de artes diabólicas arrodillado al lado de aquella cosa que había conseguido juntar. Vi el horrendo fantasma de un hombre yacente, y entonces, bajo el poder de una enorme fuerza, aquello dio señales de vida y se agitó con un torpe, casi vital, movimiento. Era espantoso (...).

La idea había tomado posesión de mi mente de tal manera que el miedo recorría todo mi cuerpo como un escalofrío y traté de cambiar las fantasmales imágenes de mi fantasía por la realidad que me circundaba. (...) Al día siguiente anuncié que había pensado una historia."

Frankestein en el cine

El cine ha convertido a Frankenstein en un mito popular creando cierta confusión sobre el personaje, mientras que su autora ha sido hasta hace poco o es todavía, para muchas personas, una desconocida.

El expresionismo alemán ya se acercó al mito con una de las grandes obras del cine de terror, "El golem" (1920) de Paul Wegener: la historia de un rabino que dota de vida a una escultura de barro, ésta se convierte en un monstruo que siembra el pánico y es al final vencido por la inocencia.

Pero es "Dr. Frankenstein" (1931) de James Whale la primera versión cinematográfica de la novela de Mary Shelley. Whale se inspira para su estética en "El gabinete del Dr. Caligari", obra mítica del expresionismo alemán rodada en 1919 por Robert Wiene y elige a Boris Karloff para interpretar a la criatura. "Dr. Frankenstein" y "Drácula" (1931) de Tod Browning constituyen la base del cine de terror norteamericano.

Desde esa primera película, muchas son las versiones, recreaciones, imitaciones, adaptaciones... que se han realizado de la obra literaria o de otras versiones cinematográficas.

Hay ejemplos en el cine norteamericano, británico, italiano, español...

Algunas se sitúan en el cine fantástico o de terror, otras son sátira de este tipo de cine, tienen una intención humorística.

Muchas dan el nombre del creador (Víctor Frankenstein, en la novela) a la criatura (sin nombre, "la criatura", "el monstruo", "el engendro"..., en la novela). Otras, no.

Algunas, con mayor o menor fidelidad, aluden a las circunstancias que llevaron a Mary Shelley a escribir su novela. Así, en la primera secuencia de "La novia de Frankenstein", Mary Shelley cuenta a Percy Shelley y a lord Byron lo que no contó en su novela (en la novela Víctor Frankenstein destruye a la compañera que había comenzado a crear para la criatura). "Remando al viento" se centra en el proceso de creación de los monstruos de la mente de Mary Shelley.

Otras películas recuerdan indirectamente el mito. En "El espíritu de la colmena" (1989), Víctor Erice establece ciertas semejanzas entre sus personajes y los de Whale al introducir un fragmento de "Dr. Frankenstein".

Y seguro que al leer la novela de Mary Shelley y ver cómo la criatura se va haciendo, cómo va adquiriendo el lenguaje y conciencia de lo que puede hacer con su cuerpo, vienen a nuestra mente imágenes de "El pequeño salvaje", de "El enigma de Gaspar Hauser", de "La bella y la bestia", de "Blade Runner", de... “

(extraído del Trabajo realizado por Mercedes Mediavilla Calleja-1997)




1 comentario:

  1. Leo por ahí que un tema frecuente en las novelistas británicas del XIX era la dualidad entre locura y racionalidad. Pensemos, sin ir más lejos, en "Jane Eyre", de Charlotte Brontë: su protagonista es una prudente institutriz, que debe enfrentarse a la loca fantasmal que vive en el ático de la enigmática mansión. El científico doctor Frankenstein tiene un doble, que sería el monstruo que en la cultura popular se conoce por el apellido de su creador: Frankenstein. Al tema de la locura frente a la racionalidad, se oponen otros temas, frecuentes en mujeres novelistas, como el del encierro y la consiguiente ansia de libertad. Según nos dice la crítica literaria, estas constantes narrativas reflejaban la misma condición social de las mujeres, que al mismo tiempo eran objeto de las rígidas normas de la sociedad victoriana, y poseedoras de una cultura que les permitía tomar conciencia y abrir los límites de su mundo. De esta forma, Mary Shelley se desdoblaría en el doctor y el monstruo, lo mismo que Charlotte Brontë se desdobla en Jane Eyre y la inquietante prisionera del piso de arriba.

    Javier Gurpegui.

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