lunes, 2 de marzo de 2015

XI Ruta Machadiana
En febrero de 2015 una expedición de alumnos del Pirámide salió desafiando a la nieve para seguir las huellas de la vida de Antonio Machado. Nuestra primera parada fue Madrid, donde Machado estudió en la Institución Libre de Enseñanza.
Aquí tenéis unas fotos del grupo el día de nuestra llegada. Si os fijáis bien, veréis que tenemos detrás la foto de un ilustre representante del grupo poético del 27.



Madrid nos ofrecía muchos museos y la Residencia de estudiantes, donde un par de chicas nos explicaron  su historia y la relaciónd de Machado con ella. Allí, nuestros alumnos se convirtieron en protagonistas de un video promocional para Europa.


Después de Madrid, la siguiente etapa fue Segovia, donde se encuentra la pensión en la que se quedaba Machado, reconvertida hoy en Casa-museo.


Y también nos encontramos con don Antonio Machado paseando por la plaza del Ayuntamiento ;)


Nuestra última parada fue a Soria, ciudad clave para Machado. Allí descubrimos la "curva de ballesta" del Duero:





  Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero 
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
  ¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.


En Soria caminamos por las calles por las que un día pasearon Machado y Leonor. Algunos, muy pocos, llegamos al olmo viejo, donde leímos el famoso poema de Machado:




 Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.