UN NUEVO CURSO HA COMENZADO Y LO HEMOS HECHO A LO GRANDE
Damos la bienvenida al nuevo curso 2018/2019 y como primer plato, os dejamos aquí el relato de uno de nuestros grandes afanes del curso pasado y que ha visto la luz este mes de septiembre.
“Felices
casualidades”
De cómo llegó y cómo se convirtió la Bibliotea Ángel Ramírez en espacio Ángel Ramírez en la biblioteca del IES Pirámide.
Se acabó agosto. Vuelta al centro tras los dos
largos meses de verano, que siempre se nos hacen cortos.
Hacía dos meses que nos habíamos dicho feliz verano tras
las evaluaciones, reclamaciones, memorias, claustro, y comida en el pinar.
Había sido un final de curso bastante llevadero en cuanto al calor, tras una de
las primaveras más lluviosas y más coloridas de los últimos tiempos. Por fín
los embalses a rebosar y los ríos recobrando la razón de su nombre. A muchos no
les iba a volver a ver hasta septiembre. A los compañeros del equipo directivo
o a los habituales de la piscina, seguro que sí. ¡Pobre Macario! Quedaban aún
bastantes libros por catalogar de la Biblioteca Ángel Ramírez y decisiones que
tomar en relación a la decoración.
Como era de esperar, llegó el
calor a saco y durante el mes de julio era difícil soportar las altas
temperaturas en nuestra soleada biblioteca y el vetusto ventilador no daba
abasto a refrescar los ríos de sudor mientras catalogaba y etiquetaba los
libros pendientes y que me había prometido terminar.
Junto con Mario Escario, Juan
Mainer, Fernando Salamero y el resto de
compañeros del Seminario de Matemáticas que ahora lleva el nombre de Ángel
Ramírez, se fueron adoptando las decisiones en relación a la fecha para la
inauguración de la biblioteca, pendientes de la publicación del libro sobre
nuestro querido compañero y amigo Ángel, que Carlos Usón se hallaba ultimando. También
estábamos pendientes de las posibilidades de que la hija de Ángel pudiera
viajar desde París y estar presente en los actos, pero esta posibilidad cada
vez era más remota dado su avanzado estado de gestación.
La vuelta tras el mes de agosto
este año era el día 3, es decir, que aún nos regalaba el calendario dos días
más de vacaciones y, aún así, se nos habían hecho cortas de nuevo . A pesar de
esta sensación apenas compartida fuera del mundo docente o con las compañeras
del servicio de limpieza, en mi caso, el reencuentro siempre es sonriente y de
celebración del tiempo de descanso, viajes y también lecturas. Se nos nota en
la cara.
Sin embargo, este curso
comenzábamos también con la tragedia del accidente de montaña sufrido por
nuestro compañero de mantenimiento Javier Sierra. Muchos descubríamos en su
funeral su gran afición por la montaña y el gran respeto y reconocimiento que
se había granjeado entre sus compañeras y compañeros de Peña Guara. Muchos
otros aspectos se destacaron de Javier
Sierra que yo desconocía, a pesar de llevar muchísimos años compartiendo centro
y habiendo dado clase a su hijo. Mi relación con Javier fue siempre cordial y
no recuerdo ni un solo día en el que el saludo no fuera acompañado por una
sonrisa suya.
Tras los exámenes y evaluaciones
del alumnado con materias pendientes, había que correr para ultimar los
preparativos de la inauguración de la biblioteca. Los pintores ya la habían
pintado del color azul que habíamos elegido; casi todos los libros estaban bien colocados,
los carteles pegados y la cenefa del cristal, deslumbrante. Había que terminar
de ordenar libros desplazados de nuestra biblioteca y terminar de llevarnos
esos montones de libros de texto acumulados durante años cuyo tiempo de
custodia había llegado a su fin. De nuevo, la colaboración de muchos compañeros
y compañeras del claustro, como ya había ocurrido a finales de junio,
acarreando libros de aquí para allá, nos permitió estar a punto para la tan
esperada inauguración la tarde del viernes 14 de septiembre . Juanjo Ruíz estaba
tan nervioso que no se movía casi de la biblioteca, mirando hacia la sala de
Ángel Ramírez, dialogando con él pensaba yo, recibiendo su inspiración e
inundándose de emociones que apenas le dejaban articular palabra, y eso que era
quien tenía que presentar el acto. ¡Cuánto lloró y cuánto lloramos muchas de
las personas que acudimos al acto! Era curioso que tras tantos días de estar
colocando libros, entrando y saliendo del nuevo espacio o viendo lo bien que
habían quedado las fotos de Ángel, no había tenido tiempo para imaginarme cuál
podía ser el efecto que iba a causar sobre la familia y sus amigos íntimos y más
allegados. Era como si entraran en un santuario: “¡está él!” “¡es preciosa!”,
comentaban entre lágrimas, entrecortadamente. Ana Barbanera Ramírez finalmente
no pudo viajar, pero Juanjo y Fernando Salamero se las apañaron para que
pudiera estar presente a través de una videoconferencia.
Juanjo daba comienzo al acto en
el altillo de la biblioteca algo pasadas las 6,30, ante un numeroso público. Hacía
bastante calor y había mucha emoción a flor de piel. Tras una breve presentación, Juanjo conectaba
con Ana. Su presencia virtual y la presencia real de las hermanas, cuñado y una
sobrina de Ángel, así como la del hijo de María Jesús Buil, la compañera de
Ángel que también murió en el trágico accidente que les arrebató la vida, con quien había compartido tantas inquietudes
y luchas; la presencia de muchas amigas
y amigos, compañeros de matemáticas o de sindicato, u otros grupos vinculados a
la educación y la acción social que caracterizaron la vida de Ángel, era un
reflejo de las muchas facetas que Ángel desarrolló a lo largo de su vida. Ana Valvanera Ramírez,
nos contó cómo el único interés por lo
material que tenía su padre eran “los libros” y nos habló de la gran diversidad de temas por los que tenía
interés y de la que da bien cuenta su biblioteca. Ana agradeció al IES Pirámide
el haber acogido la biblioteca que ella ha querido donar a la Escuela Pública,
a cuya defensa tanto esfuerzo y empeño dedicó su padre. Fue Fernando Mur quien
habló en nombre del centro, agradeciendo a su vez el que por este motivo, sea
precisamente el IES Pirámide el que mayor uso vaya a poder hacer de dicho
legado.
La biblioteca de Ángel Ramírez consta de 2860 ejemplares catalogados
hasta el momento de la inauguración, a la espera de que Carlos Usón nos traiga
los que le han servido de referencia para el libro homenaje a Ángel que ya
forma parte también de la biblioteca. Desde el punto de vista de una biblioteca,
llama la atención el hecho de que encontremos libros de todas las materias,
desde obras de carácter general correspondientes al número 0 en el Sistema de
Clasificación Decimal Universal, hasta el 9, con más de 400 libros de
narrativa, entre novelas, cuentos y memorias, 270 libros de poesía y
también unos cuantos libros de teatro. Siendo profesor de matemáticas, no
podían faltar los libros correspondientes al apartado 51, donde encontramos 150
ejemplares. Pero el verdadero carácter humanista de la biblioteca,
lo encontramos en los 140 libros de filosofía, más de 70 de teología y
religión, donde el islam y el cristianismo son las predominantes; 70 libros
sobre arte mudéjar y arte islámico, así como más de 300 ejemplares de libros de
las diversas ciencias sociales. Entre
las colecciones de revistas, nos encontramos el mismo carácter universal,
desde Revistas científicas como Llull y Summa, hasta Triunfo, El Viejo Topo,
Andalán y Revistas de Arte, Viajes o Educación, como Cuadernos de
Pedagogía. Destacables son también todos sus cuadernos de trabajo y las
carpetas de recopilación de textos y materiales. Entre ellos, hay que reconocer
en Ángel Ramírez, un gran defensor de la
Coeducación desde los orígenes y su sincera y encomiable preocupación por la
Igualdad entre mujeres y hombres en todos los ámbitos. Por último,
la biblioteca muestra también algunos de los
juegos y recursos matemáticos que utilizaba con el alumnado, así como algunos
de sus diarios.
La ingente tarea que nos
encomendó Ana Barbanera cuando legaba la biblioteca al Seminario de matemáticas
fundado por su padre y que desde el IES
Pirámide y el grupo biblioteca asumíamos sin saber muy bien cómo íbamos a poder
cumplir, se ha visto finalmente realizada gracias a la conjunción de una serie
de felices casualidades y, sobre todo, magnífica disposición por parte de
muchas personas.
Las casi 50 cajas embaladas que
contenían los libros fueron trasladados por varios compañeros y amigos de Ángel
y por el personal de mantenimiento del centro. Carlos e Iñaki hicieron muchos viajes
para alojarlos en el lateral donde estarían esperando poder ser registrados y
catalogados. También fueron visitadas las cajas por algunos ratones de
biblioteca que se interesaron por tanto manjar. ¡Menos mal que llegamos a
tiempo!
La ubicación la decidimos pronto,
dado que la parte superior de la biblioteca había que descartarla por las
dificultades de accesibilidad y de protección que planteaban. El lateral
izquierdo de lo que conocemos internamente como “la pecera”, era el que tenía
menos libros de nuestra biblioteca y donde se encontraban esos libros de texto
que se iban descartando en los departamentos. Era difícil calcular cuánto podía
ocupar la nueva biblioteca, pero nuestros cálculos nos decían que ése era el
lugar. Los deseos de los herederos de la nueva biblioteca eran que se
mantuviera toda en un mismo lugar y separada del resto de los libros de la
biblioteca del Pirámide. Para ello no sólo había que delimitar claramente el
espacio, sino también los propios libros, ya que al ser prestados debíamos
asegurarnos de que tras la devolución, no hubiera confusión al colocarnos de
nuevo y se intercalaran en los estantes con el resto de libros. Sólo una
etiqueta diferente podía evitar esta confusión. El color de la etiqueta lo
decidimos tras dudar entre el rojo y el verde, mas el verde, como color que representa la Marea Verde en defensa
de la Escuela Pública, se impuso sobre
el color rojo que tanto simbolizaba también para Ángel. Encargamos un sello nuevo con el que estampar “Biblioteca Ángel Ramírez”
en todos los libros suyos y se decidió
registrar a mano todos y cada uno de
estos libros con las siglas BAR en el apartado de “procedencia”. La
catalogación la iba a realizar fundamentalmente Ernesto Pozo, educador de
residencia con horario de atención a biblioteca por las mañanas y conocedor del
sistema Abies, de tal manera que entre
él y yo podíamos ir resolviendo dudas conjuntamente y avanzar en la ardua tarea
de catalogación de casi 3000 libros. Quiso el destino que Gemma Virgós,
compañera ya jubilada del departamento de Lengua y Literatura, decidiera
solicitar el ser profesora-jubilada colaboradora precisamente de nuestra
biblioteca y, como amante de los libros que es, se implicó en esta aventura que
nos ha tenido atrapados hasta el día de la inauguración. Gemma registraba o
etiquetaba y, como nos ha pasado a todos
los que nos hemos acercado a los libros de Ángel, también se maravillaba de los
tesoros que descubría. El trabajo en cadena se fue intercalando perfectamente
entre el resto de tareas que se realizan en la biblioteca de manera habitual
durante el curso : catalogar las nuevas adquisiciones de libros para la
biblioteca del Pirámide, las actividades de formación de usuarias y usuarios,
los préstamos, la recolocación de los libros de las estanterías exteriores, la
atención al alumnado durante los recreos que llena la sala, utilizando los
ordenadores, los tableros y piezas de
ajedrez, que busca libros o que realiza deberes y hace consultas, los
encuentros con autores o los Miércoles Poéticos. Gemma asumió también el
hacerse cargo de que las fotocopias de las poesías del Programa de Poesía para
llevar en el que participábamos por primera vez estuvieran cada miércoles desde
el primer recreo en los dos dispensadores habilitados para ello. También se
implicó en los Miércoles Poéticos y en ir colocando semanalmente las Poesías de
la Agenda de 365 Pájaros, estación tras estación.
De lo que no me cabe ninguna duda
es de que sin Ernesto y Gemma, habría sido imposible que hoy tuviéramos ya perfectamente
disponible los libros de la biblioteca Ángel Ramírez.
Ya sólo nos resta hacer la
migración definitiva al nuevo programa
de gestión de bibliotecas escolares AbiesWeb y que se pueda consultar desde
cualquier dispositivo con Internet este maravilloso legado que custodiamos
ahora en nuestra querida Pirámide. En ello estamos.
Charo Ochoa, en su último curso de responsable de la
biblioteca escolar del IES Pirámide.
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